sábado, 13 de agosto de 2016

Cuento del Barquero y el Erudito



Un erudito se subió a una barca donde le esperaba el barquero que le cruzaría a la otra orilla del ancho y caudaloso río.
Mientras lo cruzaban sin mediar palabra, el erudito miró hacia cielo. Grandes nubes oscuras se deslizaban pesadamente en él. Como no quería recurrir a la vulgaridad de hablar sobre el tiempo para romper el silencio que existía entre él y el barquero, le preguntó:
    -¿Sabe usted gramática?
    -No señor – contestó el hombre
    -¿Tiene algún conocimiento de aritmética, literatura, matemáticas, geografía?
    -No, tampoco sé nada sobre esto.
    -¿Y de filosofía?
    -Tampoco. Mi padre me enseñó desde pequeño a manejar esta barca, y me he pasado toda la vida trabajando en este oficio. No he tenido tiempo para dedicarme a estudiar.
    -Pues amigo –contestó con aire de suficiencia- permítame decirle que usted ha perdido media vida si no conoce estas materias que hacen de un hombre que sea culto y respetado por los demás.
Al oír estas palabras, el rostro del barquero delató que se sentía avergonzado. El silencio se volvió a establecer entre ellos, cuando a los pocos minutos, ensordecedores truenos irrumpieron en el cielo.
Las aguas del río se tornaron peligrosamente bravas formando grandes olas y remolinos. Las nubes empezaron a descargar con fuerza su contenido, y la barca, zarandeada por la virulencia que se había desatado, amenazaba con hundirse al ir anegándose de agua.
Ante este inminente peligro, el barquero se tiró al río a fin de poder alcanzar a nado la orilla que ya no quedaba muy lejos. Al ver que el erudito no hacía lo mismo que él para salvarse, le gritó:
    -¡Salte de la barca!
    -Es que no se nadar – exclamó con la cara congestionada por el miedo.
    -Pues amigo, usted ha perdido la vida entera.

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