Un hombre fue
al puesto de guardia a denunciar el robo de un burro. Una vez narrado
lo ocurrido, los policías empezaron a hacerle observaciones:
- Usted es un
descuidado. ¿Cómo se le ocurre tener sólo un cierre de madera en
la cuadra en lugar de un sólido cerrojo? - opinó uno.
- Su burro
era una tentación para cualquiera, ya que se le podía ver desde la
calle. ¿Es que no se le pasó por la cabeza guardarlo en otro sitio
que no estuviera a la vista de todos? - intervino otro.
Un tercero,
en tono crítico, le censuró:
- ¿Y qué
estaba usted haciendo en ese momento? ¿Cómo es posible que no viera
al ladrón robar el burro?
De este modo
fueron cayendo sobre el hombre un buen número de acusaciones, hasta
que harto dijo con sorna:
- Señores,
acepto lo que me dicen. ¿Pero no creen que algo de culpa también
tiene el ladrón?
Al encontrar este cuento entre mis anotaciones me he acordado de la conversación y he querido ponerlo.
A nivel psiclógico la decisión de ser herido o no, desde luego que es nuestra, y no deberíamos renunciar a este poder en lugar de sentirnos víctimas.
En su libro "Un Hombre en Busca de Sentido" Víctor E. Frankl, también habla de esto, pero que nadie nos hace nada, que todo nos lo hacemos nosotros, me resulta harto extremista. ¿Y a vosotros?
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