Se cuenta, que en el principio
de los tiempos, los dioses se reunieron para crear al hombre y la
mujer.
Una vez hubieron terminado y
estando admirando su obra, uno de ellos dijo:
- Les hemos creado a imagen y
semejanza nuestra. Disfrutarán de tanto poder y felicidad como
nosotros. Esto puede no ser bueno. Debemos pensar en algo que los
diferencie de nosotros los dioses.
Al oír estas palabras, todos
estuvieron de acuerdo.
Después de un buen rato
pensando, uno de ellos dijo:
-Ya lo tengo. Este poder se lo
vamos a esconder.
-¿Dónde? –preguntó otro.
-Lo esconderemos en la cima de
la montaña más alta del planeta.
-No me parece que sea una
buena idea. Con lo astutos y lo obcecados que serán, acabarán
encontrándolo.
- Entonces, podemos esconderlo
en una cueva en el fondo del océano –dijo otro.
- No. Recuerda que les hemos
dotado de inteligencia, con lo cual, tarde o temprano construirán
algún artefacto que les permitirá sumergirse a gran profundidad –dijo
otro de ellos.
Después de un largo rato dilucidando
y haciendo propuestas, uno de los dioses que había estado
todo el tiempo en silencio, dijo:
- Creo saber el lugar perfecto
para esconder este tesoro con el que les hemos dotado. En ese lugar
seguramente no se les ocurrirá mirar.
-¿En qué lugar?
-Lo ocultaremos dentro de
ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándolo en el exterior, que
difícilmente miraran en su interior.
Una vez más todos estuvieron
de acuerdo, y así hicieron.
Cuento oriental
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