En el universo hay unas leyes o
principios por las que todo en él se rige.
Considero que adquirir conocimiento de estos principios es imprescindible para el crecimiento personal, así como para comprender, si se puede expresar así, aquellos sucesos que nos ocurren en la vida y no sabemos por qué nos ocurren, haciéndonos la conocida pregunta "¿por qué a mí?".
Si estos principios se aceptan, nos serán de una gran ayuda para poder encarrilar la vida en la línea que creamos más conveniente para nosotros, por nuestro bien, y el de todos, ya que todos formamos parte de este universo y estamos interrelacionados.
En los próximos días iré
exponiendo el resumen de estos principios para su lectura, tal como están recogidos en el Kybalion. Ahora os dejo con la introducción.
LEYES UNIVERSALES
El Kybalion –
Iniciación
al Esoterismo
INTRODUCCIÓN
Ofrecemos este
trabajo a la consideración de los estudiosos e investigadores de las
doctrinas secretas, trabajo que está basado en las antiquísimas
enseñanzas herméticas. Poco se ha escrito sobre este asunto, a
pesar de las muchas referencias a estas enseñanzas en múltiples
trabajos sobre ocultismo. Sin duda los investigadores de las verdades
arcanas sentían la necesidad de la aparición de un libro de esta
índole. La intención de éste no es la exposición de una filosofía
o doctrina especial, sino el dar al estudioso una exégesis de la
verdad, que le ayude a conciliar los numerosos tópicos de los
conocimientos ocultos que ya pueda haber adquirido, pero que son
supuestamente contradictorios y paradojales, lo que desanima y
disgusta al principiante. Nuestra pretensión no es la de erigir un
nuevo templo de sabiduría, sino el de poner en manos del
investigador una clave maestra con la cual pueda abrir las
innumerables puertas internas que llevan al Templo del Misterio.
Ningún
conocimiento oculto ha sido tan cuidadosamente cuidado como los
fragmentos de las enseñanzas herméticas, que han llegado a nosotros
a través de las centurias, a partir de los tiempos del Gran
Fundador, Hermes Trismegisto, “el elegido de los dioses”, que
murió en la época del antiguo Egipto.
Contemporáneo de
Abraham, y, si la leyenda no nos engaña, instructor de aquel
venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del Ocultismo,
cuyos rayos han alumbrado todos los conocimientos que han sido dados
desde entonces. Las bases primordiales de las enseñanzas esotéricas
que en cualquier tiempo han sido enseñadas, son originarias, en
esencia, de las formuladas por Hermes. Aún las más remotas
doctrinas de la India han tenido su origen en las enseñanzas
herméticas. Muchos avanzados ocultistas se dirigieron hacia Egipto
desde la tierra del Ganges para postrarse a los pies del Maestro. De
él obtuvieron la clave maestra, que a la vez que explicaba y
reconciliaba sus distintos puntos de vista, establecía así
sólidamente la doctrina secreta.
De todos los puntos
de la tierra llegaron discípulos y neófitos que veían a Hermes
como el Maestro
de Maestros,
y su influencia fue tan inmensa, que a pesar de las negativas de los
cientos de instructores de los diferentes países, se puede encontrar
claramente en las enseñanzas de éstos, las bases fundamentales en
las que se asentaban las doctrinas herméticas.
Para el estudioso
de las religiones comparadas es fácilmente perceptible la influencia
tan grande que las enseñanzas herméticas han desempeñado en todas
las religiones existentes. La similitud salta a la vista a pesar de
los puntos supuestamente contradictorios, y las enseñanzas
herméticas son como un armonizador de ellas.
La obra de Hermes,
más que establecer una escuela de filosofía que dominara el
pensamiento del mundo, parece haberse encaminado en el sentido de
sembrar la gran verdad –semilla que ha crecido y germinado en
varias y tan raras formas-. No obstante, la verdad original enseñada
por él ha sido preservada intacta, en su pureza primitiva, por un
limitado número de hombres en cada época, los cuales, rechazando a
un gran número de aficionados y de estudiantes escasamente
desarrollados, siguieron el proceder hermético y guardaron su
conocimiento para los pocos que estaban listos para entenderlo y
dominarlo. De los labios a los oídos fue traspasado este
conocimiento a la élite. Invariablemente, en cada generación y en
los diferentes países de la tierra, han existido iniciados
que mantuvieron viva la llama de las enseñanzas herméticas, y que
siempre han querido usar sus lámparas para prender las lámparas
menores de los del mundo profano, cuando languidecía la luz de la
verdad y se nublaba por su descuido, o cuando su mecha se manchaba
con materias extrañas. Siempre han existido unos pocos que cuidaron
el altar de la verdad, sobre el cual mantuvieron siempre encendida la
lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres consagraron su vida
a esa de amor que el poeta definiera en estas líneas:
“¡Oh!,
no permitas que se extinga la llama.
Será protegida
edad tras edad.
Cuidada en su
oscura caverna, en sus templos sagrados.
Alimentada por
puros sacerdotes con amor, no dejes que la llama se extinga.”
Esos hombres nunca
buscaron el consentimiento popular ni acumular gran número de
prosélitos. Son escépticos respecto de esas cosas, pues saben muy
bien cuán pocos hay en cada generación aptos para recibir la
verdad, o de reconocerla si se les mostrara. Ellos “reservan
la carne para los hombres”,
en tanto que los demás “dan
leche a los niños”.
Guardan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos que son
capaces de reconocer su valor y de llevarlas en sus coronas, en lugar
de tirárselas a los cerdos, que las deshonrarían y pisotearían en
el lodo de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún los
preceptos de Hermes relacionados con la transmisión de estas
enseñanzas, impartiéndolas a los que están preparados y dispuestos
a recibirlas y sobre lo cual dice el El
Kybalion:
“Donde
quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que
está presto para acoger sus enseñanzas se abren de par en par.”
Y así mismo:
“Cuando
el oído es capaz de oír, en tal caso vienen los labios a llenarlo
de sabiduría.”
Pero siempre su
actitud habitual ha estado rigurosamente de acuerdo con otra máxima
de El
Kybalion
que reza:
“Los
labios de la sabiduría permanecerán cerrados, salvo para el oído
capaz de entender.”
Y esos oídos
incapaces de entender son los que han criticado esta actitud de los
hermetistas, y los que se han lamentado públicamente de que aquéllos
no hayan indicado nunca claramente el verdadero espíritu de sus
enseñanzas, sin reservas ni restricción. Pero un repaso
retrospectivo en las páginas de la historia, probará la sabiduría
de los maestros, quien comprendían la locura que sería intentar
enseñar al mundo lo que éste no podía ni estaba preparado para
recibir. Los hermetistas nunca han querido ser mártires, por el
contrario, se han quedado retirados, silenciosos y sonrientes ante
los esfuerzos de algunos que creían, en su ardiente entusiasmo, que
lograrían forzar a una raza de bárbaros a aceptar verdades que sólo
pueden entender los que han adelantado mucho en el camino.
Aún no ha muerto
en la tierra el espíritu de persecución. Hay algunas enseñanzas
herméticas que, si se divulgaran, atraerían un griterío de odio y
el desprecio de las multitudes sobre sus divulgadores. Volverían a
gritar de nuevo: ¡Crucificadlos! … ¡Crucificadlos!
En este libro hemos
intentado aglutinar las enseñanzas fundamentales de El
Kybalion,
señalando todo cuanto se refiere a los principios actuantes.
Entregamos el trabajo de estudiarlos, en lugar de tratarlos nosotros
mismos en detalle. Si verdaderamente sois estudiosos o discípulos,
entenderéis y os será posible aplicar estos principios, si no,
debéis desarrollarlos ya que de otra manera, las enseñanzas
herméticas no serán para vosotros más que palabras, palabras,
palabras.
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