jueves, 16 de junio de 2016

Leyes Universales - Kybalion






En el universo hay unas leyes o principios por las que todo en él se rige.
Considero que adquirir conocimiento de estos principios es imprescindible para el crecimiento personal, así como para comprender, si se puede expresar así, aquellos sucesos que nos ocurren en la vida y no sabemos por qué nos ocurren, haciéndonos la conocida pregunta "¿por qué a mí?".
Si estos principios se aceptan, nos serán de una gran ayuda para poder encarrilar la vida en la línea que creamos más conveniente para nosotros, por nuestro bien, y el de todos, ya que todos formamos parte de este universo y estamos interrelacionados.

En los próximos días iré exponiendo  el resumen de estos principios para su lectura, tal como están recogidos en el Kybalion. Ahora os dejo con la introducción.

 
LEYES UNIVERSALES

El Kybalion Iniciación al Esoterismo

INTRODUCCIÓN

Ofrecemos este trabajo a la consideración de los estudiosos e investigadores de las doctrinas secretas, trabajo que está basado en las antiquísimas enseñanzas herméticas. Poco se ha escrito sobre este asunto, a pesar de las muchas referencias a estas enseñanzas en múltiples trabajos sobre ocultismo. Sin duda los investigadores de las verdades arcanas sentían la necesidad de la aparición de un libro de esta índole. La intención de éste no es la exposición de una filosofía o doctrina especial, sino el dar al estudioso una exégesis de la verdad, que le ayude a conciliar los numerosos tópicos de los conocimientos ocultos que ya pueda haber adquirido, pero que son supuestamente contradictorios y paradojales, lo que desanima y disgusta al principiante. Nuestra pretensión no es la de erigir un nuevo templo de sabiduría, sino el de poner en manos del investigador una clave maestra con la cual pueda abrir las innumerables puertas internas que llevan al Templo del Misterio.
Ningún conocimiento oculto ha sido tan cuidadosamente cuidado como los fragmentos de las enseñanzas herméticas, que han llegado a nosotros a través de las centurias, a partir de los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, “el elegido de los dioses”, que murió en la época del antiguo Egipto.
Contemporáneo de Abraham, y, si la leyenda no nos engaña, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del Ocultismo, cuyos rayos han alumbrado todos los conocimientos que han sido dados desde entonces. Las bases primordiales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido enseñadas, son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aún las más remotas doctrinas de la India han tenido su origen en las enseñanzas herméticas. Muchos avanzados ocultistas se dirigieron hacia Egipto desde la tierra del Ganges para postrarse a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que a la vez que explicaba y reconciliaba sus distintos puntos de vista, establecía así sólidamente la doctrina secreta.
De todos los puntos de la tierra llegaron discípulos y neófitos que veían a Hermes como el Maestro de Maestros, y su influencia fue tan inmensa, que a pesar de las negativas de los cientos de instructores de los diferentes países, se puede encontrar claramente en las enseñanzas de éstos, las bases fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas.
Para el estudioso de las religiones comparadas es fácilmente perceptible la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han desempeñado en todas las religiones existentes. La similitud salta a la vista a pesar de los puntos supuestamente contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un armonizador de ellas.
La obra de Hermes, más que establecer una escuela de filosofía que dominara el pensamiento del mundo, parece haberse encaminado en el sentido de sembrar la gran verdad –semilla que ha crecido y germinado en varias y tan raras formas-. No obstante, la verdad original enseñada por él ha sido preservada intacta, en su pureza primitiva, por un limitado número de hombres en cada época, los cuales, rechazando a un gran número de aficionados y de estudiantes escasamente desarrollados, siguieron el proceder hermético y guardaron su conocimiento para los pocos que estaban listos para entenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue traspasado este conocimiento a la élite. Invariablemente, en cada generación y en los diferentes países de la tierra, han existido iniciados que mantuvieron viva la llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han querido usar sus lámparas para prender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando languidecía la luz de la verdad y se nublaba por su descuido, o cuando su mecha se manchaba con materias extrañas. Siempre han existido unos pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual mantuvieron siempre encendida la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres consagraron su vida a esa de amor que el poeta definiera en estas líneas:

¡Oh!, no permitas que se extinga la llama.
Será protegida edad tras edad.
Cuidada en su oscura caverna, en sus templos sagrados.
Alimentada por puros sacerdotes con amor, no dejes que la llama se extinga.”

Esos hombres nunca buscaron el consentimiento popular ni acumular gran número de prosélitos. Son escépticos respecto de esas cosas, pues saben muy bien cuán pocos hay en cada generación aptos para recibir la verdad, o de reconocerla si se les mostrara. Ellos “reservan la carne para los hombres”, en tanto que los demás “dan leche a los niños”. Guardan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos que son capaces de reconocer su valor y de llevarlas en sus coronas, en lugar de tirárselas a los cerdos, que las deshonrarían y pisotearían en el lodo de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún los preceptos de Hermes relacionados con la transmisión de estas enseñanzas, impartiéndolas a los que están preparados y dispuestos a recibirlas y sobre lo cual dice el El Kybalion:

Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está presto para acoger sus enseñanzas se abren de par en par.”

Y así mismo:

Cuando el oído es capaz de oír, en tal caso vienen los labios a llenarlo de sabiduría.”

Pero siempre su actitud habitual ha estado rigurosamente de acuerdo con otra máxima de El Kybalion que reza:

Los labios de la sabiduría permanecerán cerrados, salvo para el oído capaz de entender.”

Y esos oídos incapaces de entender son los que han criticado esta actitud de los hermetistas, y los que se han lamentado públicamente de que aquéllos no hayan indicado nunca claramente el verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni restricción. Pero un repaso retrospectivo en las páginas de la historia, probará la sabiduría de los maestros, quien comprendían la locura que sería intentar enseñar al mundo lo que éste no podía ni estaba preparado para recibir. Los hermetistas nunca han querido ser mártires, por el contrario, se han quedado retirados, silenciosos y sonrientes ante los esfuerzos de algunos que creían, en su ardiente entusiasmo, que lograrían forzar a una raza de bárbaros a aceptar verdades que sólo pueden entender los que han adelantado mucho en el camino.
Aún no ha muerto en la tierra el espíritu de persecución. Hay algunas enseñanzas herméticas que, si se divulgaran, atraerían un griterío de odio y el desprecio de las multitudes sobre sus divulgadores. Volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlos! … ¡Crucificadlos!
En este libro hemos intentado aglutinar las enseñanzas fundamentales de El Kybalion, señalando todo cuanto se refiere a los principios actuantes. Entregamos el trabajo de estudiarlos, en lugar de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si verdaderamente sois estudiosos o discípulos, entenderéis y os será posible aplicar estos principios, si no, debéis desarrollarlos ya que de otra manera, las enseñanzas herméticas no serán para vosotros más que palabras, palabras, palabras.


 

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